Cada día es más cierto que la menor célula social ya no es la familia, sino el individuo.
Y el arte, de algún modo, tiene que reflejar este fenómeno. Tomemos, para
comprobarlo, la arquitectura como ejemplo.
Pero antes de entrar en la obra sintomática elegida, Walden 7, del “Taller de
Arquitectura”, vale la pena recordar que el proceso social y cultural de individuación
viene de muy antiguo: nace en Europa, con la nueva aparición de las ciudades, allá por
la Italia del siglo XII.
Desde entonces, gracias a la reforma de Lutero, al Renacimiento,
a la industrialización y el apogeo de la burguesía, la vieja sociedad de los estamentos y
de las tradiciones se cuartea y atomiza hasta dejar al individuo solo.
En la Edad Media, nacía el hombre en un mundo organizado, orgánico, con la vida
estructurada de antemano por la tradición.
Todo, desde la manera de pensar hasta su
comportamiento estaba prefijado en el seno del feudo y de iglesia. Las ciudades, en
cambio, le obligaron, por primera vez, a pensar y valerse por sí mismo, pues allí no
había normas seguras por no haber tradición. Y a medida que el mundo se ensancha le
es más difícil al individuo concreto hallar en el entorno una visión del mundo y unas
reglas que antepongan lo comunitario a lo individual. Paralelamente, la familia-clan se
va desintegrando, hasta alcanzar el siglo XIX, en el cual, por efecto de la Revolución
Francesa el individuo se convierte en la mínima célula social.
Pero esto, sólo en teoría. Porque la burguesía, que en apariencia defiende el
individualismo, pone mayor acento en la familia o, si se quiere, en los restos que ahora
quedan de lo que antes se entendió por familia. En todo caso, sólo los padres de familia
son verdaderos individuos; no así las mujeres y los jóvenes, por no hablar de los niños y
de pueblos colonizados.
En nuestro siglo, el individualismo no sólo es una teoría sino también un hecho.
Y es
ahora, precisamente, cuando esto comienza a notarse, a sentirse como realidad. La
paulatina, eficaz e inevitable revolución de las mujeres y de los otros, convierte la
sociedad de familias en una población flotante de átomos individuales. La familia, sin
duda, tiene aún mucha fuerza cohesiva, pero cada día menor: parejas de doble carrera u
ocupación; matrimonios de unión libre; hijos que se independizan a edad muy
temprana; gentes que trabajan o estudian lejos de sus familias…, en una tendencia no
sólo de intensidad creciente sino, lo que es más, de estabilización de tales situaciones
pasajeras.
Pero, ¿qué arquitectura, qué tipo de vivienda corresponde a esta sociedad
individualizada?
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Una visita a Walden 7, en Sant Just Desvern, cerca de Barcelona, nos da la oportunidad
de comprobar de qué manera la arquitectura- y se trata de verdadera arquitectura, de
auténtico arte- se ha hecho eco de esa tendencia individuadora de forma radical. Radical
porque incorpora el dato sociológico indicado y porque da a tal fenómeno una respuesta
o solución formal.
Walden 7 es un complejo urbanístico y arquitectónico ubicado en la antigua fábrica de
cemento Sanson. Tres edificios gigantescos- de los cuales se está terminando el
primero- ocupan los vértices de un triángulo teórico, en el interior del cual permanecen
intocadas algunas instalaciones de la antigua fábrica. Dos lados del triángulo, además,
estarán formados por edificios bajos y alargados, que en su suelo albergan sendas calles,
uniendo los grandes bloques entre sí. Las partes libres del interior del triángulo, así
como el espacio circundante, servirán de zona verde.
Es ésta una de las obras más ambiciosas del “Taller de Arquitectura” de Ricardo Bofill Para comprender el sentido que fundamentalmente nos interesa, la individuación,
debemos fijarnos en la parte ya construida, que puede visitarse. Es el primero de los tres
bloques, de catorce plantas, cuya forma sugiere varios cuerpos ovales puestos en pie y
colocados unos junto a otros.
Si nos entretenemos en observar el edificio veremos
fácilmente estos óvalos con el centro más ancho que los extremos de arriba y abajo y
notaremos también que los exteriores de los pisos forman una retícula bastante parecida
a las celdas de un panal. Estas celdas o, en la jerga del Taller de Arquitectura, células,
están calculadas para una sola persona.
Visitando el interior del edifico se observa, además, que cada célula está perfectamente
diferenciada de las vecinas; no sólo con entrada propia sino que colocada de manera
independiente. Para decirlo de otro modo, no se trata de un gran edificio dividido “a
posteriori” en pisos, a la manera tradicional, sino, por el contrario, de una serie de
células individuales que forman, como resultado de su combinación, el bloque; como si
el arquitecto hubiese tomado unos módulos de madera, como en las construcciones de
juguete, y a base de colocarlos unos junto a otros, defendiendo su independencia,
obtuviese al final un edificio orgánico. . En el extranjero europeo, americano, japonés, se edifican muchas casas de pisos
individuales, debido al fenómeno tanto pasajero como estable de las personas que viven
o trabajan solas y que antes habían de recurrir a hoteles, pensiones y cuartos de
realquiler. Pero la solución de Walden 7 resuelve el problema de dos maneras:
sociológicamente, gracias a una célula independiente para cada persona, y formalmente
a base de una nueva arquitectura global.
Cada una de las células debe servir las necesidades y peculiaridades del individuo que
las ocupará. Para ello, la célula es una sala de unos treinta metros cuadrados,
teóricamente vacía- y en la práctica si el comprador la quiere así- generalmente con una
minúscula cocina, un retrete-lavabo, una bañera, una mesa y varias paredes-armario.
Estas divisiones en el interior de la célula no forman las habitaciones de costumbre; las
paredes separan y sugieren, pero no cierran, lo cual nos da una idea de que las células
no son el resultado de reducir un piso tradicional a una vivienda individual, sino la
adaptación moderna de una habitación en la cual todo está a la vista: el fogón, la bañera,
la cama, la mesa de comer. Unas simples cortinas pueden ocultar alguna de estas piezas
como la bañera para mayor intimidad.
Con esta nueva concepción se evita la convencional manera de entender la vida privada
como dividida en compartimentos estancos. Una publicación del “Taller” dice: “la
vivienda de hoy exige espacios confortables capaces de albergar formas de vida diversas
y que lleven siempre implícita la connotación de “estar”. Hay que acostumbrarse a ver
una bañera rodeada de moqueta o una habitación convertida en una inmensa cama.
Pero lo que mejor demuestra que Walden 7 ha sido concebido a partir del individuo y
no de la familia es que, si una familia desea vivir en Walden, ha de reunir dos, tres o
cuatro células, horizontalmente o superpuestas en dos plantas.
La familia no es para “El
Taller de Arquitectura” el racimo del que salen los granos, sino por el contrario, la
unión de los granos de uva que forman el racimo.
Sin embargo ni la teoría ni la práctica de la individuación pueden terminar aquí. En
efecto, cuando la sociedad ha llegado al máximo de individuación, de atomización,
quiere decir que se encuentra cerca de su hipotético contrario, la comunidad. La
sociedad típica de los siglos XIX y XX ha presenciado la estructuración más o menos
afortunada de familias pequeñas que habitaban en pisos, en alternativos estados de lucha
y concordia entre ellas. Esta situación tensa, agravada por el proceso de individuación,
tenía que traer, como de hecho ha ocurrido, una necesidad de combinar lo individualprivado
con lo comunitario. Eso es, también, lo que de manera clara se observa en
Walden 7.
No debe olvidarse que el nombre Walden tiene origen en Walden Pond, un estaque
junto al cual vivió dos años el filósofo Henry David Thoreau, el cual quiso experimentar
la vida en la naturaleza con miras a una sociedad basada en la autonomía absoluta de los
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individuos y que el mismo nombre. Walden 2, fue utilizado por el psicólogo
conductista B. Frederic Skinner para dar nombre a su utopía comunitaria, sugiriendo
incluso otras utopías parecidas hasta llegar a la de Walden 6. Entonces Walden 7 no
sólo es el racimo de uvas, sino también una colmena comunitaria. Así lo demuestran los
pasillos laberínticos que recorren cada planta del edificio. En homenaje al pasado y al
trabajo que fundamentan el presente, se han conservado ciertas instalaciones de la
antigua fábrica para albergar servicios comunitarios: una sala multifuncional, una
escuela, unos bares, zonas de recreo y al propio Taller de Arquitectura.
OPINION:
es interesante ver como va cambiando las formas de vida a través del tiempo y el porque suceden las cosas, el ver como funciona el núcleo familiar hasta la persona individual.Vemos la unión entre la arquitectura y la filosofía.Querian crear la nueva idea de vivienda a partir de la persona y las actividades que realiza en ellas ,haciendo de este como una ciudad vertical.Es un edifico que donde esta ubicado con gran magnitud toma una forma como de panal de abeja y como menciona en el texto es experimentar la vida en la naturaleza haciendo una analogía a esta.
cada vez que veo este edificio mas me gustan quisiera tener fotografia de todos los edificios
ResponderEliminarLa descripción del edificio es completamente errónea.Las células no se organizan como se dice sino que se combinan en apartamentos de una, dos , tres o cuatro.
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